Si mal no recuerdo fue en octavo grado que nos asignaron leer un libro sobre los dioses griegos, se trataba de una introducción a la mitología. A través de cortos y amenos relatos este libro lograba facilitar ese encuentro entre nuestro distraído cerebro adolescente a antiguas narraciones protagonizadas por dioses, semidioses, ninfas y titanes entre muchos otros personajes.
Mis padres al ver mi entusiasmo por la mitología griega me hicieron ver una película del 1981 llamada “Clash of The Titans”, la cual está inspirada en el mito de Perseo. Entre el libro y esta película quede finalmente 'flechada' y de ahí en adelante todo lo relacionado a la mitología griega se convirtió en casi una obsesión. Luego fui a la universidad, por lo tanto, la Ilíada y la Odisea también se integraron como parte de mi biblioteca personal y de mi “griegofilia”. Aún con la obsesión que tenía por la mitología griega, mi viaje a Grecia tuvo que esperar casi 20 años para concretarse.

El tiempo pasó y no fue hasta un año después del Huracán María que decidí no postergar más este sueño. Creo que el paso de ese huracán por nuestra isla provocó en muchos puertorriqueños ánimos de reflexión, introspección o en mi caso el estímulo necesario de comenzar a ejecutar sueños y entre ellos, finalmente visitar el país heleno.
Grecia, también conocida como la cuna del teatro, me esperaba dramática, histriónica y premonitoria como una de esas tragedias griegas que tuve que leer en la universidad. Fue así como al segundo día, por la vibrante Atenas, observaba cómo la gente caminaba a toda prisa por las calles, veía largas filas por todos lados, tráfico y tapones por todas las esquinas. Sentía que en medio de ese caos algo inusual estaba sucediendo, me preguntaba qué era y aunque me mataba la curiosidad, no me animaba a preguntar.

Ya casi llegado el medio día de mi recorrido ateniense, el calor y el sol atacaban fuertemente. Me senté a tomarme una cervecita griega bien fría (Cerveza Alpha, se las recomiendo) y casi terminando el último sorbo algo raro y “peliculesco” comenzó a suceder. El cielo se tornó totalmente gris, un silencio comenzaba a acaparar la ciudad y la temperatura bajó unos 30 grados en menos de media hora. Desconcertada pagué la cuenta y comencé a caminar hacia mi hotel, quería investigar qué estaba ocurriendo y necesitaba “wifi” para hacerlo.
De camino la temperatura continuaba descendiendo y tuve que parar en una tienda a comprarme un pantalón largo y un abrigo (que por ser temporada de verano no llevé ropa abrigada, y aprendí la lección), estuve 2 horas en fila para pagar, cosa que me continuaba desconcertando. ¿Será que los dioses del Olimpo esta vez sí bajarían del monte y yo viviré para contarlo?
Finalmente llegué al hotel. En el lobby los empleados miraban un televisor pequeño que se situaba encima de un bar casi en la entrada del hotel. Quise preguntar, indagar sobre la situación evidente, pero no hablo griego. Al parecer divisé a uno de los recepcionistas con una cara tan fatídica que él me entendió sin yo pronunciar palabra alguna y se dirigió a mí con un: “Hurricane Miss, is a Hurricane!!!”
¡Increíble! A casi un año del Huracán María, y yo me encontraba en Grecia viviendo la misma experiencia con una sola diferencia, nunca el mediterráneo había vivido semejante fenómeno. De hecho, lo mencionaban como un “Medicane” uniendo la palabra mediterráneo con Hurricane. El terror de los griegos me iba contagiando, a su país llegaba un fenómeno atmosférico que jamás habían vivido. De hecho, aprendí allí mismo que la palabra ciclón viene del griego. Vaya casualidad que lo vivirían con una boricua casi experta en ellos.
Mi ilusión de un verano en el Mar Egeo, con cervezas frías en las islas, paseos en “shorts” y chancletas por cuanta playita existía iba palideciendo. Mientras las temperaturas iban “In Descendo”, mis abrigos de tiendas de souvenir con el nombre de alguna ciudad griega bordado iba “In Crescendo”.

Eso sí, si algo sabemos de los boricuas es que al mal tiempo buena cara, así que nada iba a aturdir mi felicidad viajera y puse mi mejor actitud. Cambié las cervezas frías por vino tinto, por eso de calentarme, y tuve la grata sorpresa de descubrir qué los vinos griegos son exquisitos (gracias, Dionisio por eso). Apolo no me abandonó totalmente y el ojo del huracán, para nuestra fortuna, jamás llegó a cruzar Grecia. Solo una estela de vientos fríos y lluvias me acompañaron por varios días del recorrido.
El tour continuó, salimos de Atenas y la primera parada fue Olimpia. Para todos los amantes de los deportes y la historia esta ciudad es un encuentro casi surreal, en especial el recinto arqueológico. Los primeros juegos olímpicos de la historia se llevaron a cabo aquí hace casi 3 mil años y rendían homenaje a los dioses. Se celebraban cada 4 años, cómo lo hacemos en la actualidad. Entrando al recinto nos encontramos la “palestra”, también conocida como el lugar o “gimnasio” donde entrenaban los antiguos atletas. Es imposible no hacernos una película de todas estas escenas deportivas mientras caminamos por el Estadio de Olimpia.

Partiendo de este lugar pasamos por el Canal de Corinto hasta llegar a la ciudad de Delfos. Debo confesar que me hacía mucha ilusión visitar Delfos puesto que allí se encuentra el Oráculo que lleva el mismo nombre. Cuenta la historia que Querofonte, un amigo de Platón, fue a consultar al Oráculo de Delfos y preguntó quién era el más sabio. A esta pregunta el Oráculo respondió que el más sabio de todos los hombres era Sócrates y de ahí el resto es historia. Pueden entender mi entusiasmo por llegar al Oráculo (de hecho, debí haber aprovechado para preguntarle si la amenaza del Huracán había sido culpa de esta Boricua, pero temía mucho la respuesta).
En fin, la hermosa ciudad de Delfos me cautivó al instante, explica la leyenda, que esta ciudad perteneció a varios Dioses antes de ser posesión de Apolo, quien quiso fundar el Oráculo. Asentada en la ladera del Monte Parnaso, se podrán imaginar que las vistas son de película, su naturaleza mediterránea entre paisajes verdes adornados en flores y piedras con el mar turquesa de fondo.
Las típicas tabernas ofrecen una gastronomía económica y exquisita. Probamos desde flores de calabacín rellenas de arroz y tomate, moussaka, souvlaki de pollo y cordero al limón y claro siempre acompañado de buen vino griego. La gente ni hablar, muy amable a pesar de la lluvia, el frío y el mal clima que estaban enfrentando por primera vez.
Cuando llegamos al hotel, nos percatamos que estaba construido en piedra, encima de una loma con preciosas vistas al valle. Con todo y la lluvia se podría ver el mar a lo lejos y ver el atardecer desde allá arriba fue un regalo de la naturaleza. Aproveché un rato que había escampado para dar una pequeña vuelta. Mientras caminaba por las calles de Delfos, el frío azotaba y los vientos apretaban.
Ya nos habían dicho que, al otro día, el clima sería más precario que el anterior. Así que en búsqueda de otro abrigo, logré distinguir una única tienda de souvenirs abierta, en la puerta un señor mayor fumaba un cigarrillo, era el dueño. Entré y le hice señas de que quería un suéter (ahora uno más pesado y esta vez diría DELPHI), nos hicimos señas y me atendió. Al pagar, el amable señor me preguntó que de dónde lo visitaba, le contesté: de Puerto Rico. El señor con sumo entusiasmo procedió a alzar los brazos al aire, abrió los ojos y levantó su cabeza como si estuviera alabando algo o alguien celestial y gritó: PICULÍN, PICULÍN, ¡¡PICULÍN ORTIZ!!. Demás está decir que mi emoción fue grande. La alegría de ese señor me conmovió, me contagió su euforia y se me humedecieron los ojos.
Para quienes no sepan nuestro Picu, como le llamamos de cariño en Puerto Rico, jugó baloncesto profesional en la liga griega y allí le quieren mucho.

En 1994, Picu se trasladó a Grecia donde jugó para el Club Gymnastikos Larissas y promedió 16.9 puntos y 11.1 rebotes. Luego en 1996 jugó para Creta donde fue el campeón en rebotes promediando 13.3 rebotes y 19.5 puntos. En Grecia también jugó para Aris-PAOK Thessaloniki, donde ayudó en el 1997 a conquistar la importante Copa Korac. Piculín Ortiz en ese juego marcó 25 puntos y siete rebotes para llevar al Aris al campeonato. Desde ese día nuestro Picu es un héroe en el país heleno y el cariño es palpable.

El caballero de la tienda al despedirse de mí, me preguntó que cómo estaba Picu, así como si se tratara de un familiar mío. Confieso que eso me hizo sentir cercana a nuestro más grande baloncelista internacional. La sensación de escuchar el nombre de nuestros artistas o atletas en el exterior sin duda alguna nos llena el alma y eleva nuestro espíritu patrio. Así con mi corazón “inflao” continúe mi rumbo sintiendo que ese señor me había hecho el viaje. Desde ese día no puedo imaginar al Picu si no es con una toga griega, laureles en la cabeza y acompañado de uno que otro dios griego descendiendo del Olimpo.
De esa hermosa conexión en Delfos pasamos a Meteora, situada en Kalambaka. Meteora es un conjunto de formaciones rocosas bajo el mar formado hace más de 30 millones de años.

Hoy estos promontorios rocosos son coronados con monasterios cristianos ortodoxos que comenzaron su fundación y construcción para los años 1517. Esta estadía fue la última en el “mainland” antes de partir hacia las islas. El clima fue mejorando y los días en Mykonos y en Santorini se aproximaron con mejor pinta, pero de eso les contaré pronto.

P.D. Es la primera vez que cuando digo que soy de PR no me preguntan por Ricky Martín.
- Adriana Rodríguez
Fuente de información sobre Piculín Ortiz:
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